Valdivielso en los locos años 20

 

En pleno agosto de 1925 la buena gente de Valdivielso (mala no la había) hurtaba y se rebelaba contra la autoridad, vigilaba y denunciaba a sus vecinos, o sea, lo normal en aquellos tiempos. Desde luego no está nada bien buscarse la vida “segando yerba y trigo en heredad ajena”, ni que dos “jovenzuelos” se dediquen a hurtar fruta. Pero que don Manuel López Bustamante, con el apellido de una conocida familia de farmacéuticos y médicos, anduviera vigilando por los ribazos quecedanos, y denunciando a troche y moche, es algo que no deja de sorprendernos. Así lo expresa mi querida tía Isabel cuando lee la noticia: “¡Qué barbaridad! ¡Una multa de cinco pesetas! ¡Pero si en aquella época la fruta no la pagaban ni a diez céntimos el kilo!”.

Y es que en Valdivielso ha pasado de todo. En aquellos locos y turbulentos años 20 los pueblos estaban llenos de gente, y el campo no daba para que todos comieran lo necesario. Además, incluso en las mejores familias, siempre ha habido gamberros y blasfemos. ¿Y quién podía poner un poco de orden en el valle? El puesto de la Guardia Civil quedaba algo apartado, y a los del tricornio se les veía venir de lejos. Así que algunos pensaron que estaría bien tener un somatén. ¿Y qué era eso? Pues unos cuantos vecinos que se dedicaban a vigilar al resto de los vecinos y a chivarse cuando lo consideraban necesario.

Aquel somatén que existió entre 1923 y 1931, creado por el general Miguel Primo de Rivera, no debe confundirse en modo alguno con el Somatén Armado que organizó Franco en 1945 para perseguir a los maquis y ejercer una drástica represión política. El somatén de los años 20, sobre todo en las zonas rurales del norte de la península, se dedicó fundamentalmente a defender las “buenas costumbres” y evitar los hurtos y el mal uso de los bienes comunales. Por supuesto, tenía todos los defectos e inconvenientes de una milicia civil armada y se cometieron excesos, e incluso hubo expulsiones de somatenistas que infringieron las normas de buena conducta que el somatén con su estricto reglamento pretendía defender.

Los somatenistas actuaban en sus propios lugares de residencia, por lo que muchas veces estaban mejor informados y eran más efectivos que la Guardia Civil en cuanto a la detección de hechos sancionables. Sin embargo, ellos no podían imponer sanciones, sino que tenían que limitarse a comunicar las infracciones al Juzgado Municipal o al Ayuntamiento, si se trataba de faltas más leves, o al Juzgado de Instrucción (cuando se trataba de delitos),  o bien entregaban las denuncias en el puesto más próximo de la Guardia Civil. También podían detener a los presuntos culpables para entregarlos a la Benemérita, junto con aquellos objetos que pudieran constituir pruebas del delito. Sin embargo, cuando la Guardia Civil estaba interviniendo en un asunto, los somatenistas debían abstenerse de actuar, salvo que la Benemérita solicitara su colaboración, en cuyo caso estaban obligados a prestarla. Todos los somatenistas tenían licencia para el uso de arma larga y estaban autorizados a hacer fuego en el ejercicio de sus funciones, pero no hay noticias de que en los pueblos del partido judicial de Villarcayo, o al menos en los de Valdivielso, las cosas llegaran a ser así de tremendas.

El somatén se organizaba por provincias, y dentro de estas por partidos judiciales, con subdivisiones en somatenes de distrito (municipio), que a su vez podían subdividirse de nuevo en somatenes de pueblo o barrio. Así, en Valdivielso actuaba el Somatén de Distrito de la Merindad de Valdivielso, que estaba englobado en el Somatén de Partido de Villarcayo. Este último contaba con 525 afiliados en mayo de 1924, entre todos los municipios del partido judicial, siendo el total de la provincia de Burgos de 2.989 somatenistas. Esta cifra ascendía ya a 3.958 en junio del mismo año. Y en septiembre, según datos oficiales, el total de somatenistas en toda España pasaba de 173.000.

Las distintas divisiones del somatén actuaban a las órdenes de unos jefes que se llamaban cabos y subcabos. Como los cabos y subcabos tenían que redactar atestados para el juzgado correspondiente o para la Guardia Civil, estos individuos necesitaban tener cierta formación en cuestión de escritura. Seguramente es por esto que, según se menciona en la información relativa a una reunión del Somatén de Partido de Villarcayo, varios cabos de este somatén eran médicos rurales. En general cabe suponer que los cabos y subcabos serían personas instruídas, como, por ejemplo, el subcabo de distrito de Villarcayo, D. Emiliano Corral, que era secretario judicial.  En algunos pueblos, aunque no tengo constatado tal hecho en Valdivielso, se dio también el caso de que el cura párroco fuera cabo del somatén, lo cual no es de extrañar dado el fuerte carácter religioso y católico de esta organización. No he encontrado información alguna relativa a que algún maestro fuera somatenista. Al parecer, y me gusta pensar que fue así, la escuela y las fuerzas del orden público se mantuvieron cada cual en su territorio.

Ya conocimos hace un tiempo la historia del somatenista Lázaro Rodríguez, de Condado, el que luego fue Hermano Lázaro. Pero, revisando ejemplares del Boletín Oficial del Somatén de la Sexta Región Militar (abreviadamente BOS), he dado con los nombres de algunos otros somatenistas de Valdivielso. Además del esforzado don Manuel López Bustamante, azote de los ladronzuelos de Quecedo, cuya noticia se publicó en el BOS nº 22 de octubre de 1925, se menciona también al subcabo de distrito don Ambrosio Fernández Ruiz, que aparece en el BOS nº 25 de mayo de 1928 en Arroyo de Valdivielso  como causante de baja por haber fallecido. Este médico había nacido en Condado en 1878, siendo hijo de don Manuel Fernández López (1849-1928), aquel labrador, también de Condado, que emigró a Santander para trabajar con un marqués, y de Manuela Ruiz de Somavilla Revuelta (1848-1895), y era hermano del notario Federico Fernández Ruiz. Por otra parte, en el BOS nº 55 de julio de 1928 se comunica la “dimisión del cabo de Valdivielso D. Lino Huidobro Martínez, por traslado de residencia”. En este mismo número del Boletín podemos leer: “Fallecido D. Tiburcio Fernández Rodriguez, afiliado de Hoz de Valdivielso”. Pasando al BOS nº 84 de diciembre de 1930 nos encontramos los siguientes fallecimientos: “Valdenoceda: fallece el somatenista D. Manuel Núñez Sáinz” y “Población: fallece el cabo de pueblo D. Manuel Seco García”. Me informa mi querido amigo Juanra Seco de que este último era José Manuel Seco de Fontecha y García, que fue además concejal del ayuntamiento de Valdivielso.

No parece haber sido muy relevante la actividad del somatén en Valdivielso. Al menos me permito suponer que no hubo hechos sonados, pues tanto en el Boletín como en la prensa de la época, aparte de los mencionados sucesos de Quecedo, no aparecen informaciones de ese tipo. Pero sí resulta curioso leer algunos comentarios sobre sucesos acaecidos en la provincia de Burgos, para hacerse una idea de cómo funcionaba el somatén. Las informaciones que incluyo aquí son de los años 1926 y 1927. Parece ser que a partir de 1928 decreció considerablemente la actividad del somatén, así como el número de somatenistas. Finalmente fue abolido en 1931, tras proclamarse la Segunda República.

Pido disculpas por la mala calidad de las fotografías que adjunto, pero es que el papel y la tinta de los boletines han sufrido el maltrato de los años transcurridos, y además la impresión en aquella época era muy poco nítida, a lo que se añade que la iluminación en las salas de las bibliotecas no es la más adecuada para fotografiar (no se permite el uso de flash), junto al hecho de que mi cámara y mis habilidades no son las de un profesional. Pero creo que, aún así, es interesante ver imágenes de la época y leer algunos sucesos tal como se publicaron entonces. Si la información que puedo ofrecer ahora es más bien escasa, sin embargo tengo la esperanza de que aquí se abra una vía para que todos aportéis lo que sepáis sobre aquellos locos años 20, lo que os contaron los padres o los abuelos, lo que habéis oído decir alguna vez en vuestro pueblo. Seguro que no era solo en Quecedo donde algún somatenista eficiente vigilaba los trigales y los melocotoneros. Y el payo de la memoria tiene sitio para todos: pasen y vean, comenten, y quédense un buen rato.

 

 

Mertxe García Garmilla